Inicialmente se dirigen a la península de Yucatán, en busca de intérpretes. Pero Cortés contaba con la ayuda de Doña Marina, "Malinche", mujer indígena que había sido entregada al jefe de la expedición, convirtiéndose en su amante. Delante de ella, Moctezuma, líder azteca invitado por Cortés (técnicamente había sido tomado de rehén, en medio de gestos aparentemente amigables), narró detalles de la organización administrativa del imperio, sus estrategias, aliados, forma y lugares donde se recaudaban los tributos, así como lugares donde se guardaban las riquezas.
En realidad Cortés había desobedecido las instrucciones recibidas, ya que no había sido autorizado a adentrarse en México. Desde Cuba, se envió una columna de europeos que debían hacerle "entrar en razón" y el conquistador salió a su encuentro, dejando hombres de confianza apostados, para evitar que los Aztecas percibieran cualquier tipo de divisionisimo que debilitara su posición de poder. Rápidamente derrotó a las tropas de Narvaez y logró que muchos de sus hombres se unieran a él, lo que le permitió retornar con refuerzos.
Mientras tanto, los 150 españoles que habían quedado a cargo de la capital no habían logrado mantener la calma, ante el peligro potencial que representaba la superioridad numérica de los indígenas y reaccionaron con violencia, asesinando a los jefes nobles a puñaladas. Al llegar Cortés no logró reestablecer el orden anterior, agravándose la situación se agravó con la muerte de Moctezuma, en situaciones poco claras. Las tropas españolas debieron escapar, perdiendo la mitad de sus hombres, en lo que se conoció como "la Noche Triste".
La falta de unidad de los pueblos indígenas hicieron que Cortés rearmara sus fuerzas y derrotara a sus persecutores, matando a su jefe, Otamba. Mientras tanto, los Aztecas, creyendo que los invasores se habían ido para siempre, y que serían aniquilados por sus guerreros, encararon la reorganización del Imperio, proyecto que se vio interrumpido por una implacable epidemia de viruela, diezmando una población nativa que no estaba inmunizada.
Cortés recibió nuevos refuerzos y recupera lo que puede de la primera flota, construyendo trece pequeños bergantines, cercando México. El 26 de mayo de 1521 lanzó su ataque final con 650 infantes, muchas armas, 194 mosqueteros y 84 jinetes, apoyados por artillería. A pesar de que las tropas españolas cortaron el suministro de agua hacia la ciudad, la resistencia fue heroica. Sin embargo, las "hondas" utilizadas no fueron suficientes contra los españoles quienes, luego de la victoria militar, ejecutaron a los principales jefes.
Poco tiempo más tarde la Corona autoriza el envío de apoyo a Cortés, mientras otros grupos indígenas, como los Tarascos y los Zapotecas le juran fidelidad. En el año 1522, los conquistadores controlaban, en América, una superficie que superaba a la de España.
Tomado de: Bennassar, Bartolomé. La América española y la América portuguesa. Madrid: Akal, 1996.
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